miércoles, octubre 04, 2006

Hermes


Έρμῆς, Dios de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores y las vacadas, de los oradores, literatos y poetas, del atletismo, de los pesos y medidas y los inventos y el comercio en general, de los mentirosos y de la astucia de los ladrones. Como traductor, es el mensajero entre los dioses y los humanos. Hijo de Zeus y Maya, sus símbolos eran el gallo y la tortuga, y podía reconocérsele por su monedero o bolsa, sus sandalias aladas, su pétaso (sombrero de ala ancha) y su caduceo (bastón de heraldo).
Hermes además por su astucia y perspicacia era el dios de los ladrones y fue él mismo un ladrón desde la noche en que nació, cuando se escapó de su madre, la ninfa Maya, y se fugó para robar el ganado de su hermano mayor Apolo. Hermes condujo el ganado de vuelta a Grecia y lo escondió, borrando sus huellas. Cuando Apolo le acusó, Maya dijo que no podía ser porque estuvo con ella toda la noche, pero sin embargo Zeus intervino en la discusión y dijo que Hermes había robado el ganado y tenía que devolverlo. Mientras discutían, Hermes comenzó a tocar su lira. El instrumento gustó tanto Apolo, que este accedió a permitir que Hermes se quedase con el ganado a cambio de la lira.
En la temprana Grecia Antigua, Hermes era un dios fálico de las fronteras. Su nombre, en la forma herma, designaba a un montón de piedras usado para marcar los caminos y delimitar fronteras y propiedades. Cada viajero que pasaba por el camino añadía su piedra al montón, indicando así su presencia.

EL ARCO Y LA LIRA ( Víctor Raúl Jaramillo )

Necesitamos salir
para fundar el mundo;
surgir en la poesía
para reconquistar el origen.

Se desgarra nuestra voz
cuando insistimos
en darle al delirio su forma,
cuando la historia
palpita en nuestras manos,
en las pupilas de quien escribió
que el hombre es pluralidad y diálogo.
También lo sabemos:
nuestra voz es muchas voces
y nuestras voces
son una sola voz.

Se abre el sol en su tamaño
incendiando su talismán
que cambia el sentido de las cosas
y un idioma sagrado
que sigue oculto
nos invita a ser lo que somos;
como el lenguaje
que a pesar de su secreto
describe el tiempo
y atraviesa la semejanza,
la dirección múltiple,
el juego de los senderos
que despiertan a un nuevo laberinto.

Algo sucede detrás de las puertas
donde ya nadie habita,
una lanza se aproxima
con el pensamiento
cuando cae la tarde
y todo se ajusta a su regreso.
Habrá otro silencio;
pero también quienes guarden
las palabras exactas
para exorcizar el miedo.

Nada queda...ni el poema.
Me marcho,
me dirijo hacia mi mismo.
Hay que empezar de nuevo.

"Nacimiento de Hermes"

Este recién nacido que aún está en pañales es el que conduce las vacas hacia una hendidura de la tierra y también aquél que robó las flechas de Apolo: he aquí a Hermes. ¡Qué maravillosos son los hurtos de este dios! En efecto, se dice de Hermes que así como lo parió Maya ya tenía afición a robar y que sabía mucho, pero no es que el dios lo hiciera empujado por la pobreza, sino para divertirse y para jugar. Si lo deseas, puedes seguir sus andanzas paso a paso: mira el cuadro. Nace en la cima del Olimpo, ahí arriba, donde habitan los dioses. Dice Homero que en este lugar no se siente ni la lluvia ni se oye el viento, nunca la nieve se posa en él aun siendo una cima muy elevada, pero es absolutamente divino y libre de las calamidades que azotan las montañas de los humanos.

Allí es donde las Horas cuidan de Hermes recién nacido. También las Horas están representadas, cada una según su estación, envolviendo a Hermes en sus pañales y esparciendo sobre él las más bellas flores, no sea que esos pañales resulten insignificantes. También se inclinan sobre la madre de Hermes que yace en su lecho. Pero él, deshaciéndose de los pañales, se pone ya a andar y se aleja del Olimpo. El monte se alegra con su presencia —se ve su sonrisa, como la de un humano— y date cuenta de que el Olimpo está contento porque Hermes acaba de nacer allí.

Y lo del robo, ¿cómo fue, pues? Se lleva unas vacas que pacían al pie del Olimpo, maravillosas vacas de cuernos dorados y más blancas que la nieve —puesto que están consagradas a Apolo— y, haciéndolas girar en torbellino, las mete en un abismo de la tierra no para matarlas, sino con la idea de esconderlas durante un día, lo justo para molestar a Apolo; así que, como quien no quiere la cosa, hecho esto, vuelve a envolverse en sus pañales. Llega Apolo y reclama las vacas a Maya, la cual no cree nada de lo que le dice el dios pues piensa que desvaría.

¿Quieres saber también lo que le está diciendo? Me parece que es evidente que no sólo pega voces sino que también le está haciendo un discurso, como muestra su rostro. Se diría que va a dirigirse a Maya con estas palabras: «Tu hijo, el que pariste ayer, me ha ofendido, pues las vacas con las que me deleito me las ha metido dentro de la tierra y yo no sé en qué lugar de la tierra. ¡Así se muera y se hunda en la tierra, en un lugar más profundo que mis vacas!» Ella está sorprendida y no entiende el tono de estas palabras.

Pero mientras ellos dos se interpelan el uno al otro, Hermes se ha levantado y colocado detrás de Apolo; con un ágil salto, se posa en su espalda, sin hacer el menor ruido, y le desata el arco y las flechas sin que el otro se dé cuenta; pero, en esta ocasión, no hay duda de que no se los lleva sin ser visto. Y es ahí donde radica la sabiduría del cuadro: representa a Apolo incapaz de mantener su enfado y con semblante alegre. Su sonrisa, no obstante, es mesurada como si la ira siguiera en su rostro pero después de haberla vencido el placer.

FILÓSTRATO, Descripciones de cuadros, traducción de Francesca Mestre, Madrid: Gredos, Biblioteca Clásica, 1996.

9 comentarios:

ReyCorazón dijo...

NACIMIENTO DE HERMES
Este recién nacido que aún está en pañales es el que conduce las vacas hacia una hendidura de la tierra y también aquél que robó las flechas de Apolo: he aquí a Hermes. ¡Qué maravillosos son los hurtos de este dios! En efecto, se dice de Hermes que así como lo parió Maya ya tenía afición a robar y que sabía mucho, pero no es que el dios lo hiciera empujado por la pobreza, sino para divertirse y para jugar. Si lo deseas, puedes seguir sus andanzas paso a paso: mira el cuadro. Nace en la cima del Olimpo, ahí arriba, donde habitan los dioses. Dice Homero que en este lugar no se siente ni la lluvia ni se oye el viento, nunca la nieve se posa en él aun siendo una cima muy elevada, pero es absolutamente divino y libre de las calamidades que azotan las montañas de los humanos.

Allí es donde las Horas cuidan de Hermes recién nacido. También las Horas están representadas, cada una según su estación, envolviendo a Hermes en sus pañales y esparciendo sobre él las más bellas flores, no sea que esos pañales resulten insignificantes. También se inclinan sobre la madre de Hermes que yace en su lecho. Pero él, deshaciéndose de los pañales, se pone ya a andar y se aleja del Olimpo. El monte se alegra con su presencia —se ve su sonrisa, como la de un humano— y date cuenta de que el Olimpo está contento porque Hermes acaba de nacer allí.

Y lo del robo, ¿cómo fue, pues? Se lleva unas vacas que pacían al pie del Olimpo, maravillosas vacas de cuernos dorados y más blancas que la nieve —puesto que están consagradas a Apolo— y, haciéndolas girar en torbellino, las mete en un abismo de la tierra no para matarlas, sino con la idea de esconderlas durante un día, lo justo para molestar a Apolo; así que, como quien no quiere la cosa, hecho esto, vuelve a envolverse en sus pañales. Llega Apolo y reclama las vacas a Maya, la cual no cree nada de lo que le dice el dios pues piensa que desvaría.

¿Quieres saber también lo que le está diciendo? Me parece que es evidente que no sólo pega voces sino que también le está haciendo un discurso, como muestra su rostro. Se diría que va a dirigirse a Maya con estas palabras: «Tu hijo, el que pariste ayer, me ha ofendido, pues las vacas con las que me deleito me las ha metido dentro de la tierra y yo no sé en qué lugar de la tierra. ¡Así se muera y se hunda en la tierra, en un lugar más profundo que mis vacas!» Ella está sorprendida y no entiende el tono de estas palabras.

Pero mientras ellos dos se interpelan el uno al otro, Hermes se ha levantado y colocado detrás de Apolo; con un ágil salto, se posa en su espalda, sin hacer el menor ruido, y le desata el arco y las flechas sin que el otro se dé cuenta; pero, en esta ocasión, no hay duda de que no se los lleva sin ser visto. Y es ahí donde radica la sabiduría del cuadro: representa a Apolo incapaz de mantener su enfado y con semblante alegre. Su sonrisa, no obstante, es mesurada como si la ira siguiera en su rostro pero después de haberla vencido el placer.

FILÓSTRATO, Descripciones de cuadros, traducción de Francesca Mestre, Madrid: Gredos, Biblioteca Clásica, 1996.

hermes dijo...

Menuda sorpresa Pe Jota, y hoy ya van dos.
Cuando puse ese nombre a mi blog fué pensando en ese dios mitológico,el mensajero de pies alados entre los los dioses y los hombres, el que va de aquí allá llevando noticias.
Tengo guardada la fotografia de al escultura de Hermes que has colgado, pero nunca me he atrevido a ponerla por no confundir al personal, te aseguro que fisicamente no tengo ese cuerpo, ja, ja.

Johnymepeino dijo...

Pues será un dios fálico pero la tiene muy pequeña: hoy no se habría comido un torrao Ja, ja, ja

El "Dulzor de Ostras" dijo...

Con blogs como el tuyo, nosotros los mortales, tenemos terribles problemas.
Tantas maravillas por leer, por aprender, por entender y poquísimo tiempo para hacerlo.
Pase de curioso y me he enganchado por horas.

Volveré con más tiempo, aunque eso es casi una quimera, pero volveré.

Anónimo dijo...

Otra vez, al llegar a mi trabajo, y al abrir mi computadora, visito tu casa, y como siempre, hay novedades. Siempre hacen bien estas novedades.

Kebran dijo...

amigos del blog, el poema es muy emotivo, muy bonito, quisiera un día dedicaros un poema, para animaros a seguir adelante con este blog tan interesante que hacéis. gracias

pon dijo...

¡Vaya vaya, el amigo Pe-jota nos ha descubierto al verdadero Hermes, jejejeee!
Beso pa los dos, y pa tós.

Javier dijo...

Hermes espero que pasases un maravilloso día

hermes dijo...

Gracia Pe-Jota, tu fuiste uno de los que hicísteis que pasase un día estupendo. Gracias amigo.
Un besazo.