Interior de la Mezquita de Córdoba estilo emiral
"En el siglo X el territorio llamado Al - Ándalus -una cuarta parte de la España actual- era un país totalmente controlado por los musulmanes y el más poderoso y refinado de Europa occidental"
"Los desheredados"(Aguilar), Henry Kamen
Y en medio de ese refinamiento se desarrollará una sociedad de una liberalidad muy poco frecuente en el mundo islámico. Un mundo mestizo en el que lograron convivir tres religiones, la musulmana, la cristiana y la judía, no exento de ciertas fricciones momentáneas.
Un mundo que hoy en día se ve reflejado en una especial sucesión de sensaciones y con un impresionante legado cultural y artístico. No en vano fueron ocho siglos de presencia desde el 27 de abril del año 711 cuando desembarcó en Gibraltar Táriq Ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador de Tánger, al mando de 9.000 hombres hasta la caída del Reino Nazarí de Granada en 1492.
La exquisitez no sólo alcanzó altas cotas en la arquitectura. La mezquita de Córdoba, Medina Azahara, la Giralda y la Torre del Oro en Sevilla, la Alhambra y los jardines del Jeneralife en Granada, sino que engrandeció las costumbres gastronómicas, el olivo, el pomelo, el limón, la naranja, la lima, la granada, la higuera y la palmera así como canela, pimienta, sésamo, macis, anís, clavo, jengibre, menta y cilantro, especies desconocidas en el resto de la Europa cristiana, elementos que hoy nos parecen tan normales y forman parte intrínseca de nuestra cultura fueron aportados por ellos.
Un mundo interior que aún hoy se respira cuando paseamos por Córdoba la callada y nos asomamos a sus patios o a los cármenes de Granada, con sus juegos de agua y mil olores que lo inundan todo, un mundo hecho para complacer los sentidos y la voluptuosidad, un mundo tan delicado como la poesía.
Poetas como: Abu Nuwas, Ben Sahl de Sevilla, Al-Rusafi de Valencia, Ben Quzmán o Al Mu'tamid.
Elogio de un Ben Hazm
Cara gentil/ y áureo vino mi afán
son, y tras él/para mi nada hay más.
Para beber/nos juntamos ayer
ese doncel/de ojos bellos y yo,
Vez y otra vez/en la boca le di
besos. ¡Qué buen/azuqitar, por Dios!
Antes de estar/ebrio me emborraché.
Sueño le entró/tras cantar y beber.
Se me tumbó:/¡Que se tumbe por Dios!
¡Qué perro soy!/¿Contaré que pasó?
Quiero decir…/¡Más decente es callar!
Cosas aún hay/que es mejor no mentar.
Cuando por fin/la embriaguez su magín
libre dejó/le traté de explicar:
“Gana, infeliz,/ un amigo en mayor.
“El bozo ya /te ha empezado a apuntar.
“Coco el tisú/va muy pronto a tocar.”
Mío es no más/mi alusivo decir.
A los demás/repudrirse verás,
porque, a mi ver,/la menor distinción
entre mi hablar/y el aljófar no hay,
y es, sin rimar/o rimado, el mejor.
Gusta de oír/mis palabras Ben Hazm,
cuya ilusión/es que acudas a él.
De su merced/nace tanto loar:
vence el audaz/quien se achica perdió,
y al que me da/mi alabanza le doy.
Para el señor/(y es sus obras señor)
tiene el caudal/sólo nombre de tal.
Pues consiguió 7ser en todo cabal,
tiene de estar/engreído razón
Nada de dar, /pediría perdón.
En guerra estoy/persiguiendo al mizcal.
Cuando de mí/váse, me hallo muy mal.
Por eso no/contradigo el cantar:
“Viéndote a ti/bien me sabe el MANCHAR;
más si te vas,/¡qué paciencia cabrá?”
son, y tras él/para mi nada hay más.
Para beber/nos juntamos ayer
ese doncel/de ojos bellos y yo,
Vez y otra vez/en la boca le di
besos. ¡Qué buen/azuqitar, por Dios!
Antes de estar/ebrio me emborraché.
Sueño le entró/tras cantar y beber.
Se me tumbó:/¡Que se tumbe por Dios!
¡Qué perro soy!/¿Contaré que pasó?
Quiero decir…/¡Más decente es callar!
Cosas aún hay/que es mejor no mentar.
Cuando por fin/la embriaguez su magín
libre dejó/le traté de explicar:
“Gana, infeliz,/ un amigo en mayor.
“El bozo ya /te ha empezado a apuntar.
“Coco el tisú/va muy pronto a tocar.”
Mío es no más/mi alusivo decir.
A los demás/repudrirse verás,
porque, a mi ver,/la menor distinción
entre mi hablar/y el aljófar no hay,
y es, sin rimar/o rimado, el mejor.
Gusta de oír/mis palabras Ben Hazm,
cuya ilusión/es que acudas a él.
De su merced/nace tanto loar:
vence el audaz/quien se achica perdió,
y al que me da/mi alabanza le doy.
Para el señor/(y es sus obras señor)
tiene el caudal/sólo nombre de tal.
Pues consiguió 7ser en todo cabal,
tiene de estar/engreído razón
Nada de dar, /pediría perdón.
En guerra estoy/persiguiendo al mizcal.
Cuando de mí/váse, me hallo muy mal.
Por eso no/contradigo el cantar:
“Viéndote a ti/bien me sabe el MANCHAR;
más si te vas,/¡qué paciencia cabrá?”
Ben Quzmán (1086-1160)
Irán, Isfahan
The Metropolitan, N.Y
Hay hombres a quien las mujeres agradan
y que agradan a las mujeres.
En cuanto a mi, es el joven viril
quien me encanta
Surge una blancura
de las vestimentas holgadas.
Bajo la cintura, línea del horizonte,
se eleva repentinamente la luna.
Su rostro te implora,
solo con el juego de su belleza.
Le haces prologar tu placer,
ver como te mira.
Su mirada repleta de dulzura,
cálida, bajo los párpados,
gritando a la injusticia.
Y miras esa visión lunar,
inflamada del mismo deseo !
Ah, que la marea desborde
inundando ese bello jardín.
Abu Nuwas (768-815)

Espada su nombre, espadas sus ojos.
Desenvainadas las tres me matarían.
¿No le basta con una?
Pero incluso me golpea la vaina, sus parpados.
Cuando le cautivé, sus ojos me cautivaron;
amos y cautivos los dos a la vez.
¡Oh, espada, trata a tu cautivo de amor con compasión!
No te pido libertad como galardón.
Desenvainadas las tres me matarían.
¿No le basta con una?
Pero incluso me golpea la vaina, sus parpados.
Cuando le cautivé, sus ojos me cautivaron;
amos y cautivos los dos a la vez.
¡Oh, espada, trata a tu cautivo de amor con compasión!
No te pido libertad como galardón.
Al-Mu'tamid (1046-1095)
El Shah Abás I y un paje (1627)
La dedicatoria reza:
"Ojalá la vida te conceda todo lo que tus labios deseen de tus amantes, del río y de la copa".
Témpera y dorado
Museo del Louvre.
Aprendió mi amado el oficio de carpintero
y yo me dije:
acaso lo aprendió mientras con sus ojos
asierra corazones.
Desdichados los troncos
que él trabaja cortándolos,
o talándolos, o hiriéndolos con su hacha.
Ahora que son sólo madera
pagarán su delito:
porque, cuando eran ramas,
se atrevieron a copiar la esbeltez de su talle.
al-Rusafi de Valencia