En el siglo VI a. C., pensadores como Tales de Mileto, Anaximandro o Heráclito dejaron de creer en el universo como creación divina y atribuyeron su existencia a la acción de elementos primordiales: el agua, la tierra, el aire y el fuego. El mito ya no bastaba para explicar el origen y el sentido del cosmos. Los hombres se enfrentaban a un enigma que tenían que resolver por ellos mismos, sin intervenciones del más allá. De un Mediterráneo explicado a través de los viajes míticos de Ulises, Jasón y Hércules, se pasó a la ordenación del espacio humano, la urbanización del mundo, propia de las ciudades coloniales griegas.
Las ciudades incorporaron el espacio público, que ya no pertenecía a los dioses sino en la comunidad: el ágora. Nuevos valores como la paz, la prosperidad o la justicia fueron divinizados y personificados en el ágora, el corazón de la urbe donde algunas escuelas filosóficas encontraron su lugar.
A partir de Platón, en el siglo IV a. C., el alma se convirtió en lo más valioso del ser humano, lo que perdura después de la muerte y tiene que ser preservado. Surgieron nuevos dioses más comprensivos con las miserias humanas.
Un nuevo arte que aspiraba a encontrar la eternidad en la mirada de los hombres. La vida interior se convirtió en algo tan enigmático como la misma estructura del cosmos.
La Mitología. Los viages que fundan el Mediterraneo
El Cosmos. Los Enigmas del mundo
«Hace falta pues examinar si todo esto que dices se tiene que hacer o no; porque yo, no de ahora, sino de siempre, tengo el principio de no obedecer a nada más que a aquella razón que, al haberla examinada, me parece mejor.»
Platón, Critón (46b).
Hacia el siglo VI a. C., en las costas jónicas y en la Magna Grecia la pregunta del hombre sobre el cosmos cambió: la cuestión ya no era «cómo aconteció», cosa que implicaba recurrir a explicaciones trascendentes sobre la creación, sino «qué lo constituía», cuáles eran los elementos y las raíces del mundo. Así pues, los héroes de esta nueva era fueron los filósofos y los historiadores, que profundizaron en el obscuridad que proyectaba la Esfinge narrando no sólo lo que veían, sino buscando las razones que explicaban los hechos e intentando resolver los enigmas del mundo.
El espacio común. La ciudad dialogante
Después de largos siglos de monarquía y gobiernos oligárquicos, a partir del final del siglo VII a. C. se impuso en Atenas un régimen de tiranías amparadas por las clases populares, asqueadas de los abusos de la aristocracia y de los reyes-sacerdotes. A raíz de la fuerte crisis política y social que se produjo al final del siglo VI a. C., una serie de reformadores, desde Solón hasta Pericles, fueron haciendo cambios profundos que culminaron con la instauración de la democracia.
La igualdad ante la ley, la equidad y la libertad de expresión fueron los principios fundamentales de la democracia ateniense. Los ciudadanos tenían derecho a proponer, decidir y votar sobre asuntos de legislación, economía, religión, política interior y exterior, guerra o paz. Gracias al sistema de sorteo, tenían la posibilidad de juzgar en los tribunales o de asumir un cargo en la administración de la ciudad.
El mayor esplendor de Atenas corresponde al periodo de democracia. El sistema sufrió altibajos y algún golpe de estado pero se mantuvo hasta que en el 322 a. C. Macedonia conquistó Grecia y el rey Filipo II restableció la monarquía. La democracia no volvería a aparecer en el mundo hasta la Revolución Francesa.
La persona. El misterio del alma
Para Sócrates, la preocupación por el conocimiento y por el cuidado del alma era absolutamente central. Hipócrates, el hombre que unió la filosofía y la medicina, formuló la pregunta más importante que podemos plantearnos: «Qué es el hombre?». Y Heráclito nos ofreció la expresión que la complementa: «He emprendido la investigación de mí mismo».
En el siglo I de nuestra era, Plutarco escribió que la virtud ética se encuentra en la excelencia de la conducta humana y nos recuerda que Pitágoras ya había descubierto que esta sólo era posible educando adecuadamente las diferentes partes del alma.
El último viaje de Ulises
En el siglo V a. C., los relatos de Homero y Hesíodo sobre los excesos que los dioses cometían con los hombres se consideraban aceptables siempre que no se interpretaran literalmente, sino como alegorías de los envites del alma en su tráfico por la tierra. Episodios como los trabajos de Hércules o el castigo que Poseidón infligió a Ulises por haber derribado los muros de Troya y haber herido su hijo Polifemo, empezaron a leerse como imágenes eficaces de los retos a los cuales el alma estaba sometida en vida. Pródico de Ceos explicaba a principios del siglo IV a. C. como incluso el mismo Heracles, personificación de la fortaleza del espíritu humano, dudó en la hora de elegir entre avanzar por el camino de la virtud, un camino áspero y doloroso, o dejarse llevar por la senda tentadora del placer. Esta elección determinará la suerte de la
humanidad. Habría que preguntarse sobre el acierto de su elección.
Tanto las pruebas de Heracles como los viajes de Ulises tuvieron lugar en otra era, anterior al tiempo histórico. Aun así, a finales de la Antigüedad, se convirtieron en una metáfora de las incertidumbres del alma. El mito dejó de narrar las aventuras extraordinarias de seres sobrenaturales para habla de la vida interior y acercarse a las vivencias de cualquier ser humano.
Ulises zarpa de nuevo!
Textos: Mediterrani, del Mite a la Raó
3 comentarios:
Fa molt de temps que no em passo per deixar comentari però avui no puc passar de kkarg sensa deixar una felicitació especial. Amb aquesta lectura ben puc començar la setmana amb energia i vigor. Excellent com sempre.
Poca cosa es pot afegir, Javier. Cal anar-hi. És un viatge indispensable. Està comissariada pel Pedro Azara, que si no el coneixeu he de visitar el seu blog "Tocho T8" (http://tochoocho.blogspot.com), i Gregorio Luri, també un dels il·lustres de la xarxa, autor de "El Café de Ocata" (http://elcafedeocata.blogspot.com).
Un encanto de nota ! todo me interso y fascino, soy un anticomaniaco !!
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