28 de Mayo de 2007 el Diario Reforma de México
Vive amor de Cernuda
Por
Antonio Bertrán
(28-May-2007).- El gran amor de Luis Cernuda está vivo. Salvador Alighieri, aquel muchacho que el poeta sevillano conoció en México en 1951 y que lo decidió a dejar Estados Unidos para establecerse en el país, es hoy un hombre de 76 años que trabaja como técnico en un taller de curtido de pieles en Guadalajara.
Fisicoculturista, con 20 años y 1.62 metros de altura, "El Chocolate" Alighieri -así apodado por su piel morena- tenía cuando conoció a Cernuda todos los atributos que atraían al autor de La realidad y el deseo, quien tras vacacionar en México en 1949 había quedado prendado de "las flores que no pasan, los cuerpos oscuros".
Después de una segunda visita en 1951, el poeta, miembro destacado de la Generación del 27, regresó al Colegio de Mount Holyoke (Massachusetts), donde daba clases desde 1947, para renunciar y establecerse definitivamente en México en noviembre de 1952.
A partir de entonces se desarrolló entre los amigos una relación de "amor puro", cuenta Alighieri en una conversación sostenida en 2003 como parte de una larga investigación.
Cernuda, recuerda, aceptó incluso confirmar a su primogénito, Salvador, para establecer entre ambos el tan mexicano lazo del compadrazgo y así "amarrar una amistad, hacerlo más mío".
"Yo no quise a Luis Cernuda, yo amé a Luis Cernuda, fue tan grande el aprecio que le tuve".
A pesar de su influencia en la vida y la obra del poeta, la identidad del joven que le inspiró las 16 composiciones de Poemas para un cuerpo (1957) ha sido un enigma para los estudiosos. El propio Cernuda, siempre pudoroso, se preocupó por ocultarla, pero documentó con precisión la pasión "tardía" que le despertó.
En Historial de un libro (1958) lo identificó como "X": "Creo que ninguna otra vez estuve, si no tan enamorado, tan bien enamorado (...) jamás en mi juventud me sentí tan joven como en aquellos días en México".
Durante muchos años, los especialistas intuyeron que ese gran amor del poeta se llamaba Salvador, porque así se titula la primera composición de Poemas para un cuerpo. La única referencia con nombre y apellido la encontró el investigador de El Colegio de México James Valender al editar en 2003 el Epistolario (1924-1963) de Cernuda, con motivo del centenario de su natalicio.
En una carta dirigida al inglés Sebastian Kerr, del 16 de mayo de 1960, escribe: "Un amigo mío, Salvador Alighieri, al que tenía una amistad muy distinta de la que tengo a (Octavio) Paz, entre otras raras peculiaridades tenía la de no decirme jamás cuándo iba a marcharse fuera de México capital".
Ese muchacho de carácter inquieto y huidizo que, tras varios años de andar de trotamundos se estableció definitivamente en Guadalajara, habla ahora por primera vez del Cernuda íntimo, "mucho muy tierno".
'Yo lo defendía'
Cernuda conoció a Alighieri en el gimnasio Hércules de la calle de Tacuba. "Iba cada tercer día, hacía ejercicios muy ligeros como abdominales, un poco de sentadillas, de vez en cuando se metía a los aparatos, pero pesas hacía muy pocas; yo creo que lo que quería era no sentirse tan solo", recuerda quien entrenaba a diario para competir en certámenes de fisicoculturismo.
La amistad inició cuando el muchacho sintió que sus compañeros "empezaron a cargarle la mano (a Cernuda) con sus bromas", pues se burlaban de que era español y de su acento andaluz. "Yo lo defendía porque nosotros somos de ascendencia italiana -su padre era florentino y su madre mexicana-, y ahí empezamos a trabar amistad".
En 1951, Cernuda tenía casi 49 años de edad, mientras que Alighieri tenía apenas 20 -nació el 29 de diciembre de 1930 en la Ciudad de México-, estaba recién casado y ya era padre de un hijo, pero no sentaba cabeza. Como era atractivo y coqueto, las mujeres le sobraban.
"Luis me regañaba y aconsejaba como si fuera un padre. Íbamos a un café, el Night and Day, y ahí insistía en que no fuera tan loco, que respetara a mi mujer".
Alighieri acostumbraba visitar al poeta, primero en el Hotel Geneve, y después en su departamento de la calle Madrid. "Yo me ponía a hacer lagartijas en la alfombra mientras él me miraba, fumaba una pipa y hacía apuntes. Fui un tonto, pero creí que era una falta de educación ver lo que estaba haciendo".
Probablemente, el poeta escribía algunos de los versos de Poemas para un cuerpo, que se refieren a la contemplación de la figura amada. Alighieri no supo entonces de estos poemas, y saber cuatro décadas después de la muerte de su amigo que los inspiró, lo conmovió.
Siempre cerca
Amante del sol y de la playa, Cernuda invitó varias veces a su joven compadre a Acapulco. "Me decía 'tengo vacaciones y me quiero ir al mar, ¿vienes conmigo?'. Íbamos y pagaba todo. Debo decir que me ayudaba no sólo moral sino económicamente; una vez me dijo con su acento andaluz: 'Hombre, Salvaor, no tienes zapatos, te voy a comprar unos'. Me dio mucha pena".
La frialdad que caracterizaba al personaje que desde joven asumió la imagen clásica del dandy, se transformaba cuando estaba con Salvador.
Cernuda lo amaba, ¿cómo se lo demostró?
En sus ademanes, no tenía que abrazarme o besarme para demostrar esa ternura; la desbordaba a pesar de ser una persona muy seria. A veces me abrazaba muy fuerte, no como cualquier amigo, sino que irradiaba ese aprecio que por mi parte era correspondido.
¿Sabía que Cernuda era homosexual?
Sí, pero pienso que él creía que si hubiera pasado algo (carnal) se habría roto ese encanto que sentía.
¿Nunca lo deseó?
La verdad, nunca. Su desahogo era que yo estuviera con él, aunque no habláramos. No niego que alguna vez le di un beso en la mejilla porque yo lo sentía (ese deseo) y tenía ganas de demostrarle que lo quería.
¿Y él cómo lo tomaba?
Pues se dejaba, nada más se reía y se estremecía. Pero no pasaba de eso porque Luis no era amanerado, no tenía ojos más que para las clases que daba (en la UNAM), para sus poemas y creo que para mí también. Fue un amor puro, platónico.
Ni un adiós
La carta a Kerr describe la tendencia de Alighieri a fugarse, por lo que el poeta solía recriminarle: "¡Ay, Salvaor, tienes culo de mal asiento!". Cernuda escribió: "Jamás pude conseguir de él (Salvador), a pesar de nuestra amistad, que me dijese su marcha antes de emprender una. El procedimiento era: citarnos en algún sitio, y su no comparecencia. Ya comprenderá que mi mal humor llovía sobre él cuando aparecía luego".
Alighieri se reconoce plenamente en esa alusión. "Me embebía tanto en el gimnasio que no acudía, o se me atravesaba una muchacha, era una época en la que yo estaba muy loco, andaba de un lado para otro".
Un buen día, hacia 1955, el escurridizo joven desapareció definitivamente, como acostumbraba, sin decir adiós. Tenía problemas con su esposa, de la que luego se divorció y, aunque ya contaba con dos hijos, decidió irse a Nuevo Laredo. No pudo cruzar la frontera y se quedó a trabajar como recaudador en el puente internacional.
Ahí siguió practicando la pasión que se le despertó desde niño, el fisicoculturismo, que a finales de 1963 lo trajo a la Ciudad de México a una competencia, donde ganó el título de Mr. México Junior. También vino a casarse por segunda ocasión, unión que le dio cuatros hijos más.
"Entonces me dijeron que acababa de morir Luis (5 de noviembre de 1963) y me deprimí porque pensé que después de tantos años de no verlo había llegado para saber que ya no existía. No he vuelto a tener un amigo como él, esos amigos se tienen una sola vez en la vida, y hoy lo extraño mucho".
Fuentes: "Luis Cernuda: fuerza de soledad", de Jordi Amat (Espasa, 2002); "La realidad y el deseo", de Luis Cernuda (Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965); "Luis Cernuda", de Luis Antonio de Villena (Omega, 2002); "Entre la realidad y el deseo. Luis Cernuda 1902-1963", de James Valender (Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales/Residencia de Estudiantes, 2002); "Luis Cernuda. Álbum", de James Valender y Luis Muñoz (Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2002).
'Nada digo'
Luis Cernuda no se jactó de ser homosexual, pero tampoco lo ocultó. A partir de los años 30 escribió poemas de carácter homoerótico como El joven marino y A un muchacho andaluz. En ese sentido "dio -para su época- una asombrosa lección de naturalidad", afirma Luis Antonio de Villena.
En los versos finales del poema El mirlo, la paloma, de Los placeres prohibidos (1936), escribió:
"Porque algún día yo seré todas las cosas que amo:/ El aire, el agua, las plantas, el adolescente".
Otro poeta, Tomás Segovia, ha subrayado que lo divino para Cernuda era "la juventud de los bellos muchachos deseables que cruzan por su mundo".
De Villena afirma que el poeta "se enamoraba de un ideal, de un imposible", lo que confirma Poemas para un cuerpo, donde la relación con el amado es platónica: "Si yo te hablase/ Cómo el amor depara/ Su razón al vivir y su locura,/ Tú no comprenderías./ Por eso nada digo".
Así lo dijo
"Él (Cernuda) me quería como amigo, como hijo, como amante, me quería como todo lo que pudiera pasar, por eso digo que no lo aprecié, sino que lo amé por su forma de ser".
Salvador Alighieri
Fisicoculturista
Esta entrada no habría estado posible sin la estimable colaboración de Benjamín Arredondo quien en su día guardó este inestimable documento y que generosamente me lo ha cedido, Por todo ello muchas gracias.