Sálmacis y Hermafrodito
285De dónde que infame sea, por qué con sus poco fuertes ondas
Sálmacis enerva y ablanda los miembros por ella tocados,
aprended. La causa se ignora; el poder es conocidísimo del manantial.
A un niño, de Mercurio y la divina Citereide nacido,
las náyades nutrieron bajo las cavernas del Ida,
290del cual era la faz en la que su madre y padre
conocerse pudieran; su nombre también trajo de ellos.
Él, en cuanto los tres quinquenios hizo, los montes
abandonó patrios y, el Ida, su nodriza, dejado atrás,
de errar por desconocidos lugares, de desconocidas corrientes
295ver, gozaba, su interés aminorando la fatiga.
Él incluso a las licias ciudades, y a Licia cercanos, los carios
llega: ve aquí un pantano, de una linfa diáfana
hasta el profundo suelo. No allí caña palustre,
ni estériles ovas, ni de aguda cúspide juncos:
300perspicuo licor es; lo último, aun así, del pantano, de vivo
césped se ciñe, y de siempre verdeantes hierbas.
Una ninfa lo honra, pero ni para las cacerías apta ni que los arcos
doblar suela ni que competir en la carrera,
y única de las náyades no conocida para la veloz Diana.
305A menudo a ella, fama es, le dijeron sus hermanas:
“Sálmacis, o la jabalina o las pintas aljabas coge,
y con duras cacerías tus ocios mezcla.”
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Ni la jabalina coge ni las pintas ella aljabas,
ni con duras cacerías sus ocios mezcla,
310sino ora en la fontana suya sus hermosos miembros lava,
a menudo con peine del Citoro alisa sus cabellos
y qué le sienta bien consulta a las ondas que contempla,
ahora, circundando su cuerpo de un muy diáfano atuendo,
bien en las mullidas hojas, bien en las mullidas se postra hierbas,
315a menudo coge flores. Y entonces también por azar las cogía
cuando al muchacho vio, y visto deseó tenerlo.
Aun así, no antes se acercó, aunque tenía prisa por acercarse,
de que se hubo compuesto, de que alrededor se contempló los atuendos,
y fingió su rostro, y mereció el hermosa parecer.
320Entonces, así empezando a hablar: “Muchacho, oh, dignísimo de que se crea
que eres un dios, o si tú dios eres, puedes ser Cupido,
o si eres mortal, quienes te engendraron dichosos,
y tu hermano feliz, y afortunada seguro
si alguna tú hermana tienes, y la que te dio sus pechos, tu nodriza;
325pero mucho más que todos, y mucho más dichosa aquélla,
si alguna tú prometida tienes, si a alguna dignarás con tu antorcha,
ésta tú, si es que alguna tienes, sea furtivo mi placer,
o si ninguna tienes, yo lo sea, y en el tálamo mismo entremos.”
La náyade después de esto calló; del muchacho un rubor la cara señaló
330–pues no sabe qué el amor–, pero también enrojecer para su decor era.
Ese color el de los suspendidos frutos de un soleado árbol,
o el del marfil teñido es, o, en su candor, cuando en vano
resuenan los bronces auxiliares, el de la rojeciente luna.
A la ninfa, que reclamaba sin fin de hermana, al menos,
335besos, y ya las manos a su cuello de marfil le echaba:
“¿Cesas, o huyo, y contigo”, dice él, “esto dejo?”
Sálmacis se atemorizó y: “Los lugares estos a ti libres te entrego,
huésped”, dice, y simula marcharse su paso tornando;
entonces también, mirando atrás, y recóndita ella de arbustos en una espesura,
340se ocultó y en doblando la rodilla se abajó. Mas él,
claro está, como inobservado y en las vacías hierbas,
aquí va y allá y acullá, y en las retozonas ondas
las solas plantas de sus pies y hasta el tobillo baña;
sin demora, por la templanza de las blandas aguas cautivado,
345sus suaves vestimentas de su tierno cuerpo desprende.
Entonces en verdad complació él, y de su desnuda figura por el deseo
Sálmacis se abrasó; flagran también los ojos de la ninfa
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no de otro modo que cuando nitidísimo en el puro orbe
en la opuesta imagen de un espejo se refleja Febo;
350y apenas la demora soporta, apenas ya sus goces difiere,
ya desea abrazarle, ya a sí misma mal se contiene, amente.
Él, veloz, con huecas palmas palmeándose su cuerpo
abajo salta, y a las linfas alternos brazos llevando
en las líquidas aguas se trasluce, como si alguien unas marfileñas
355estatuas cubra, o cándidos lirios, con un claro vidrio.
“Hemos vencido y mío es” exclama la náyade, y toda
ropa lejos lanzando, en mitad se mete de las ondas
y al que lucha retiene y disputados besos le arranca
y le sujeta las manos y su involuntario pecho toca,
360y ahora por aquí del joven alrededor, ahora se derrama por allá;
finalmente, debatiéndose él en contra y desasirse queriendo,
lo abraza como una serpiente, a la que sostiene la regia ave y
elevada la arrebata: colgando, la cabeza ella y los pies
le enlaza y con la cola le abraza las expandidas alas;
365o como suelen las hiedras entretejer los largos troncos
y como bajo las superficies el pulpo su apresado enemigo
contiene, de toda parte enviándole sus flagelos.
Persiste el Atlantíada y sus esperados goces a la ninfa
deniega; ella aprieta, y acoplada con el cuerpo todo,
370tal como estaba prendida: “Aunque luches, malvado”, dijo,
“no, aun así, escaparás. Así, dioses, lo ordenéis, y a él
ningún día de mí, ni a mí separe de él.”
Los votos tuvieron sus dioses, pues, mezclados, de los dos
los cuerpos se unieron y una faz se introduce en ellos
375única; como si alguien, que juntos conduce en una corteza unas ramas,
al crecer, juntarse ellas, y al par desarrollarse contempla,
así, cuando en un abrazo tenaz se unieron sus miembros,
ni dos son, sino su forma doble, ni que mujer decirse
ni que muchacho, pueda, y ni lo uno y lo otro, y también lo uno y lo otro, parece.
380Así pues, cuando a él las fluentes ondas, adonde hombre había descendido,
ve que semihombre lo habían hecho, y que se ablandaron en ellas
sus miembros, sus manos tendiendo, pero ya no con voz viril,
el Hermafrodito dice: “Al nacido dad vuestro de regalos,
padre y también genetriz, que de ambos el nombre tiene,
385que quien quiera que a estas fontanas hombre llegara, salga de ahí
semihombre y súbitamente se ablande, tocadas, en las aguas.”
Conmovidos ambos padres, de su nacido biforme válidas las palabras
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hicieron y con una incierta droga la fontana tiñeron.”
Ovidio "La Metamorfosis" 4.285-388
4 comentarios:
Qué maravilla, gracias, pejota, por esta belleza de palabras, tan simples como claras, tan bellas como míticas. Fascinación por esos seres, reconocimiento, y abominación de la falsedad que la mirada añade a lo que naturaleza hace tan perfecto. Por el derecho a ser siempre. Y un beso gordo
Una vez mas de los clásicos, con sus bellas palabras y su sabiduría milenaria.
Si los leyéramos mas quizás dejaríamos atrás tanto prejuicio absurdo y provinciano que tenemos encima.
Bravo, Pe-Jota
Tb he visto hace poco el David de Miguel Ángel, por primera vez, hasta ahora sólo conocía la reproducción en la Piazza della Signoria.. y quedé lo que se dice anonadado.
I do quantas veritats i que ben expresades.
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