Slavoj Zizek y el otro

"En el fondo, uno no es racista, casi nadie lo es; lo que sucede es que no soporta el ruido que hace el nuevo vecino, ni la clase de comida que cocina. Y la tolerancia que se receta para resolver el posible conflicto, la regulación de derechos y deberes para mantener al otro a cierta distancia higiénica, no es sino una máscara de la intolerancia: "Mantente a cierta distancia, respeta mi intolerancia hacia ti".

"Teme a tu prójimo como a ti mismo". No es un consejo, es una descripción de la ideología dominante. Hay dos palabras fetiche: tolerancia y agresión. ¿Pero qué significan en realidad? Agresión significa aproximarse demasiado. Por eso Occidente ejerce la tolerancia a distancia, virtualmente. Somos solidarios con los africanos en África, no con los de nuestro barrio".

Para Zizek, el ejemplo máximo de esa ideología es EE UU

"Tocar a alguien, mirarlo demasiado... Igual que queremos pasteles sin azúcar queremos a un prójimo descafeinado. En California la gran moda es un invento llamado Mastubatón: 400 personas se masturban en un lugar público, pero no tienen derecho a tocarse. La entrada cuesta 20 dólares y, por supuesto, el dinero se destina a una obra de caridad. Esa lógica masturbatoria es la que rige hoy las relaciones sociales. Vivimos en un solipsismo colectivo. Eso es también Internet: todos conectados pero todos aislados".

Slavoj Zizek, el Elvis de la filosofía, carismático y excéntrico, con aspecto de un daddy Bear este sociólogo, filósofo, psicoanalista y filólogo, natural de Eslovenia ha revolucionado el mundo de la filosofía. Su obra integra el pensamiento de Jacques Lacan con el comunismo, y en ella destaca una tendencia a ejemplificar la teoría con la cultura popular, nos pone un espejo y nos dice lo que no queremos oír, pasando de cualquier tipo de corrección y logrando que te rías con él, porque sinceramente las cosas están llegando a puntos que rondan el absurdo, tal vez sea el triunfo del surrealismo social, de tanto ahondar en el Estadio del espejo llegamos al punto de no soportar aquello que no nos refleja, ya que cualquier distorsión hace zozobrar nuestra construcción del yo, por lo cual nos encerramos y aislamos. Aunque como todo en este mundo nada es completamente absoluto, y los procesos identitarios han ido evolucionando y construyéndose a lo largo de la historia y estos, por regla general, nos llegan devaluados de sus acepciones originales, por lo tanto cargados de relativismos, así que nuestros reflejos en los otros y nuestra percepción del yo es algo en mutación perpetua.
Todo lo dicho anteriormente puede aplicarse no sólo al que es diferente por razón de raza y cultura sino también a las cuestiones relativas a cualquiera que intente huir de la "norma impuesta", aquel que huya de la homogeinización, norma construida a lo largo del tiempo , a base de la superposición de diversos sustratos culturales, pero que puede ser deconstruida, ya que esa misma suma de elementos le confiere tal ambigüedad que permite infinitas lecturas y por lo tanto su modificación.