viernes, enero 28, 2022

Napoleón Lapathiotis (1888 - 1944)

 
Napoleón Lapathiotis (1888 - 1944)
 
En la Atenas de los años veinte cada aparición pública del poeta, cuentista, periodista, traductor y polemista Napoleón Lapathiotis se convertía en un acontecimiento mundano y en todo un escándalo. Hijo de Leonidas Lapathiotis, alto oficial del ejército griego y político liberal, desde muy joven Napoleón adoptará un estilo de vida considerado escandaloso para la sociedad bienpensante. Sus propios familiares le apodarán "el murciélago" debido a sus hábitos de vida nocturnos, mientras la prensa conservadora lo estigmatizaba al compararlo con la vida de Oscar Wilde. Napoleón nunca ocultó su homosexualidad, dedicando a sus amantes inflamados poemas de amor utilizando acrósticos, a la manera bizantina, llegando incluso a pedirse la intervención judicial. Tras la gran catástrofe en Asia Menor de 1922 ( Guerra Greco-Turca) y el nacimiento del movimiento socialista, Napoleón se declaró devoto de todas las causas proletarias del mundo. Aunque eso no le impediría seguir su temerario ritmo de vida. En 1927 llegó a pedir al arzobispo de Atenas que se bautizara y el mismo año el escritor Jorgos Tsukalàs lo convierte en protagonista de su novela "Cansado de amar", un poeta homosexual adicto a las drogas y las farras nocturnas. Lapathiotis era, en cierto sentido, el alter ego de Cavafis. Unidos por la homosexualidad y la atracción por los barrios marginales, pero totalmente opuestos y diferentes en la actitud hacia la sociedad. Cavafis era fiel a sus deberes de ciudadano y funcionario público, con una personalidad muy tímida frente a un Lepathiotis escandaloso, polémico e inconformista.

 

Sábados en la noche

Algo oprime mi pecho
que desea con vehemencia liberarse.
Cuando llega la noche
le dejo salir y va a encontrarse en las tinieblas,
y en las tabernas y garitos, con bonachones dulces mozos,
y con hombres….

Y a opacos jóvenes se entrega,
a los jóvenes lentos que desde el anochecer
hasta avanzada el alba andan solitarios,
y cantan y se divierten, borrachos en las calles,
con el corazón lleno de deseos….
con desesperadas canciones
de otro mundo llenas de pasión,
hasta apagarse extraño y manso el fondo….

Y cuando dan vuelta y se pierden
uno diría que su corazón se rompe,
mientras lloran y lloran sus anhelos
— y se van…
y escuchándolos divertirse en plena noche, lánguidos,
mis propios deseos corren en lo indecible,

y mi alma se llena de almas viejas,
antiguas, pálidas, muy tristes,
conocidas, que salen de las tumbas,
del más allá…

 

Languer d´amour

¡Oh, besar tus labios,
tus purpúreos labios,
con tanta pasión y deseo,
hasta hacerlos sangrar!

¡Hacer sangrar tus labios!
Tejer mis manos alrededor de tu cuerpo
y en la profundidad oscurísima,
atraerte hacia mí en esas tinieblas…
Y tú, quejándote:
«¡Oh, mis labios no,
oh, no los hagas sangrar y sufrir,
qué te han hecho
basta, basta mi amor, ya no más!»

Y que pasen las noches,
los amaneceres, los años
y yo diciéndote:
«Todavía, mi amor,
no te gocé lo suficiente… todavía!»

 
Napoleón  Lapathiotis (1888 - 1944) en su juventud c. 1904

De profundis

Ten piedad de todo lo que se pierde
porque dicen que así fue escrito
y en la tumba se hace tierra
sin preguntar ¡porqué!

Ten de ellos piedad, tenla de mí,
de mí que busco respuestas
-con cariñoso corazón, oh Dios mío-
en aquellas cosas que no tienen sentido…

Apenas vislumbro algo que me guíe
de la oscuridad hacia la luz,
mi destino me arroja otra vez
a mi noche profunda y fría…

Ten piedad, Dios mío, de mi desesperanza,
ten piedad de la llama que en vano derramo,
-ten piedad de mí, el exasperado,
de vivir sin una meta, de vivir sin razón

 
Napoleón Lapathiotis con uniforme de oficial de reserva (1888 - 1944)
 

Una canción lejana

Apenas se abrían los pétalos del alba,
una canción lejana, al fondo de la calle,
pasó lenta, como si no tocara la tierra,
a través de mi ventana.

Y apenas desperté de mi profundo sueño,
como encantado volví mi cabeza a los sonidos
y creí que era la voz de un niño perdido
que se acordaba otra vez de mí…

La oí apasionada caminar en la calle,
y cuando se perdió a lo lejos, mis párpados se cerraron
y mis ojos se llenaron de lágrimas
-acaso de alegría…

 
Manuscrito original del poema Titulado "Erotiko" (1928)
Colección privada
 

Erotiko

Una pena, de verdad, pasar / de nuevo por el callejón del amor
Hasta que caiga la oscuridad / un día de muerte
Callejón profundo y triste / que recordaré por mucho tiempo
Como me cuesta en el corazón / volverlo a cruzar
Que así sea que mas da.../ siempre busco el beso
Ultimo beso, primer beso / y con anhelo... cuanto...

Siempre buscando el beso
corazón mío
que me lo han prometido tantos
y aún no ha logrado nadie
a dármelo nunca


quizás algún día cuando desaparezca / volviendo en lo profundo del mar
y con la noche, en secreto / seremos de nuevo pareja
aquel beso no encontrado / que he anhelado mucho
como una antigua deuda suya / me lo vuelva a traer
 
 

Como una Ligera Brisa

Tesoro mío, si supieras qué miel eres para mí...
Los delicados botones de las flores, hermosos, fragantes,
y los soplos que exhalan como desmayados,
no poseen el bálsamo que eres tú para mí.


Las leves flores del lago y la serenidad de la orilla del mar,
la mirra, el agua de rosas que cae en lentas gotas y se disipa,
los rosales y la marea de flores del jardín, cuajada de fresco rocío,
no destilan los perfumados ungüentos de tus dulces labios...


Me encamino a la desierta playa (¿qué hacer, si estoy solo?)
Trazo ligeros círculos sobre la arena mojada...
Desparecen como una ligera brisa sobre las olas.
Me he quedado en soledad. Solo... ¡Qué hacer!


Ahora el viento moribundo, embalsamado, sabe suspirar dulces canciones tristes.
¡Es cierto! Sabe cantar con más dulzura que yo.
Yo no sé cantar con más dulzura, pero sé hacerlo con mayor pena.

 

martes, enero 18, 2022

Francisco de Goya: Los Retratos

 
Francisco de Goya y Lucientes
Autorretrato (1773)
Colección Ibercaja, Zaragoza
 
Francisco de Goya y Lucientes (1746–1828) es indudablemente uno de nuestros mas grandes pintores y uno de nuestros mas incisivos críticos sociales, un pintor sumamente dotado que elevó el género del retrato a nuevas cotas. Goya no se quedó en la mera apariencia de las personas que se sentaban ante él para ser retratadas, vio más allá, revelando sutilmente su carácter y psicología dentro de sus retratos. 
 
Francisco de Goya y Lucientes
José Moriño y Redondo, I Conde de Floridablanca (1783)
Colección Banco de España, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
La Familia del Infante Don Luis de Borbón (1784)
Fondazione Magnani-Rocca, Parma

Francisco de Goya y Lucientes
Autorretrato ante su caballete h. 1785
Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Francisco de Goya y Lucientes
María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente (1785)
Fundación Bartolomé March, Palma de Mallorca

Francisco de Goya y Lucientes
Carlos III, cazador (1786)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
La Marquesa de Pontejos, c. 1786
National Gallery, Washington

Francisco de Goya y Lucientes
Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán Fernández de Córdoba y la Cerda, conde de Altamira c. 1786
Colección Banco Nacional de España, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes 
María Ignacia Álvarez de Toledo, condesa de Altamira, y su hija María Agustina (1787-88)
The Metropolitan Museum of Art, New York

Francisco de Goya y Lucientes
Manuel Osorio Manrique de Zuñiga (1788)
The Metropolitan Museum of Art, New York
 
Francisco de Goya y Lucientes
Los duques de Osuna y sus hijos (1787-88)
Museo Nacional del Prado, Madrid
 
Francisco de Goya y Lucientes
Don Martin Zapater (1790)
Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico)
 
Francisco de Goya y Lucientes
María del Rosario Fernández, La Tirana (1792)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
 
Francisco de Goya y Lucientes
Don Sebastián Martínez y Pérez (1792)
The Metropolitan Museum of Art, New York
 
A lo largo de su vida, Goya fue testigo de hechos dramáticos que cambiaron el curso de la historia europea. Un hombre que sería nombrado primer pintor de la corte de Carlos IV, al igual que 150 años antes lo había sido Velázquez, y sería el retratista favorito de la aristocracia española. Viviría los horrores de la invasión Napoleónica, el mas que complicado reinado de José Bonaparte y el ascenso al trono de Fernando VII, para terminar autoexiliado en Francia.
 
Francisco de Goya y Lucientes
Don José Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y duque de Alba (1795)
Museo Nacional del Prado, Madrid
 
Francisco de Goya y Lucientes
Don Valentin Bellvís de Moncada y Pizarro c. 1795
Fondo Cultural Villar Mir

Francisco de Goya y Lucientes
El pintor Francisco Bayeu, su suegro (1795)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
María Antonia Gonzaga, marquesa viuda de Villafranca (1795)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato del Matador Pedro Romero (1795-98)
Museo de Arte Kimbell, Fort Worth, Texas

Francisco de Goya y Lucientes
Autorretrato h.1796
The Metropolitan Museum of Art, New York
 
Francisco de Goya y Lucientes
Martín Zapater (1797)
Museo de Bellas Artes de Bilbao

Francisco de Goya y Lucientes
María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo y Silva, Duquesa de Alba (1797)
The Hispanic Society of America, New York

Francisco de Goya y Lucientes
Don Pedro de Álcantara Téllez Girón, duque de Osuna (1797-99)
The Frick Collection, Nueva York

Francisco de Goya y Lucientes
Don Francisco de Saavedra (1798)
The Samuel Courtauld Trust, The Courtauld Gallery, Londres

Francisco de Goya y Lucientes
Don Gaspar Melchor de Jovellanos (1798)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato de Ferdinand Guillemardet (1798)
Musée du Louvre, París

Francisco de Goya y Lucientes
La reina María Luisa de Parma con Mantilla (1799)
Patrimonio Nacional, Palacio Real, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato de Carlos IV como cazador (1799)
Patrimonio Nacional, Palacio Real, Madrid
 
Fue en sus retratos reales en particular donde Goya logró combinar su perspicaz observación y su refinamiento técnico para crear retratos únicos y memorables; en ellos condensó los diversos aspectos de la personalidad de su modelo en una mirada o gesto sutil, que a menudo no halagó a sus modelos. 'Carlos III con traje de caza' se encuentra en una pose inspirada directamente en los retratos de caza de Velázquez de la familia real española en el siglo anterior, pero el retrato sincero de un rostro curtido por la intemperie con sus marcadas arrugas y un tanto irónico. El gesto es exclusivo de Goya, y nos revela claramente la personalidad del Rey, un hombre ilustrado, amante de la naturaleza y de su pueblo, que deseaba ser abordado mas como Carlos que como rey. Asimismo, en los sucesivos retratos de Fernando VII podemos ir observando la creciente desconfianza de Goya hacia el monarca pomposo y egoísta que abolió la constitución y reintrodujo la Inquisición española. 
 
Francisco de Goya y Lucientes
Fernando VII como Príncipe de Asturias c. 1800
The Metropolitan Museum of Art, New York

Francisco de Goya y Lucientes
La familia de Carlos IV (1800)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
María Teresa de Borbón y Vallabriga, condesa de Chinchón (1800)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Manuel Godoy y Álvarez de Faria (1801)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Carlos José Gutiérrez de los Ríos, conde Fernán Núñez (1803)
Palacio de Fernán Nuñez, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Bartolomé Sureda y Miserol (1803-04)
National Gallery, Washington

Francisco de Goya y Lucientes
Teresa Luisa de Sureda (1803-04)
National Gallery, Washington

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato del marqués de San Adrián (1804)
Museo de Navarra, Pamplona
 
Francisco de Goya y Lucientes
Doña Isabel de Porcel, Antes de 1805
The National Gallery, Londres.

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato de Juan de Villanueva (1805)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Doña Antonia de Zarate (1805)
National Gallery of Irland, Dublin

Francisco de Goya y Lucientes
Doña Joaquina Téllez-Girón y Pimentel, Marquesa de Santa Cruz (1805)
Museo Nacional del Prado, Madrid
 
Francisco de Goya y Lucientes
Don Antonio Raimundo Ibáñez, Marques de Sargadelos (1805-06)
Museo de Arte de Baltimore

Francisco de Goya y Lucientes
Don Manuel García de la Prada, ca. 1805-08
Des Moines Art Center

Francisco de Goya y Lucientes
Señora Sabasa García (1806-11)
National Gallery, Washington
 
El principal problema en esta entrada es decidir qué imágenes escoges, todos los retratos son soberbios, te pasarías horas contemplándolos, ya que todos y cada uno de ellos te están contando una historia, esa es la magia de Goya, lograr transmitirnos la personalidad de la persona delante de la cual nos hayamos. Hombres y mujeres que parecen interrogarnos sobre lo que hemos hecho y qué motivo tenemos para pensar que tal vez somos mejores que ellos.
 
Francisco de Goya y Lucientes
El actor Isidoro Máiquez (1807)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Manuel Silvela y García Aragón (1809)
Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya y Lucientes
El Duque de Wellington (1812-14)
National Gallery, London

Francisco de Goya y Lucientes
El general José de Palafox, a caballo (1814)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Fernando VII con manto real (1814-15)
Museo Nacional del Prado, Madrid
 
Francisco de Goya y Lucientes
Leocadia Zorrilla (? ) 1814-16
Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya y Lucientes
Autorretrato (1815)
Museo Nacional del Prado, Madrid

Francisco de Goya y Lucientes
Don Francisco de Borja Tellez Girón, duque de Osuna (1816)
Musée Bonnat-Helleu, Bayona

Francisco de Goya y Lucientes
Don Juan Antonio Cuervo (1819)
Cleveland Museum of Art

Francisco de Goya y Lucientes
Autorretrato con el Doctor Arrieta (1820)
The Minneapolis Institute of Arts

Francisco de Goya y Lucientes
Don Tiburcio Pérez y Cuervo (1820)
The Metropolitan Museum of Art, New York

Francisco de Goya y Lucientes
Don Ramón Satué (1823)
Rijksmuseum, Amsterdam

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato del canónigo D. José Duaso y Latre (1824)
Museo de Bellas Artes de Sevilla

Francisco de Goya y Lucientes
Retrato de Mariano Goya, su nieto (1827)
Meadows Museum, Dallas