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viernes, enero 15, 2010

Velázquez

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Autorretrato, 1643. 
Galería de los Uffizi. Florencia.

El momento culminante de la pintura española del siglo XVII, y uno de los momentos culminantes del arte mundial en general, se alcanzará con la obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), artista cuyo dominio del espacio y la luz fue admirablemente acompañada de una técnica impecable. Nacido en Sevilla, recibió sus primeras lecciones de la mano de Francisco de Herrera el Viejo, pero pronto pasaría a convertirse en aprendiz de Pacheco, con quien trabajó durante cinco años, finalmente acabaría casándose con su hija. En sus escritos Pacheco recuerda cómo Velázquez fue siempre muy exigente en su técnica y sus ganas de trabajar directamente del natural, prefiriendo los estudios de la figura y escenas de género. Incluso las primeras obras del maestro se caracterizan por un empaste relativamente denso, la objetividad en la visión de los objetos, la moderación en el uso del color, principalmente ocres y marrones, y la sencillez y naturalidad del concepto. Vieja friendo huevos (Edimburgo) y Cristo en casa de Marta y María, en la National Gallery de Londres, y Cristo en Emaús, en el Metropolitan Museum of Art, Nueva York, todos pertenecen a este período inicial. Entre los retratos que Velázquez pintó en esta época es remarcable por su gran vigor el retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente.
 
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Vieja friendo huevos, 1618.
The National Gallery of Scotland. Edimburgo
 
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Cristo en casa de Marta y María, 1618-1620. 
The National Gallery. Londres.
 
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Cena en Emaús, 1622-23.
The Metropolitan Museum of Art. Nueva York.
 
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La venerable madre Jerónima de la Fuente, 1620. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

En 1623, a instancias de su suegro Francisco Pacheco y aprovechando el hecho de que el Valido del rey Felipe IV es Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, era natural de Sevilla, Velázquez fue a Madrid por segunda vez y fue presentado en la corte. Allí pintó un retrato de Felipe IV, a resultas del cual Velázquez entra al servicio del monarca y en 1628 es nombrado pintor de cámara. De esta manera el artista pudo familiarizarse con la magnífica colección real.
 
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, c. 1636. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Llamado a Madrid se hospedó en casa de don Juan e hizo su retrato. Llevaronlo a palacio aquella noche y en una hora lo vieron todos los de palacio, los infantes y el rey. Ordenose que retratase al infante, pero pareció más conveniente hacer primero el de su Majestad, aunque no pudo ser tan presto por grandes ocupaciones; se hizo el 30 de agosto a gusto de su Majestad y de los infantes y del conde duque, que afirmó no haber retratado al rey hasta entonces... Realizó también un boceto del Principe de Gales, que se encontraba en aquellos días en Madrid, que le dio cien escudos

Francisco Pacheco

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Felipe IV, 1623
Museo Nacional del Prado. Madrid

Entre 1623 y 1629 pintó una serie de retratos en la que los fondos grises denotan su extrema sensibilidad así como algo más importante, su liberación de la fórmula tenebrista. "Los borrachos" (Prado), en la que el artista parodias el tema clásico del triunfo de Baco, data de esta época. En 1629 viajó a Italia, donde permaneció un año y medio, periodo al cual pertenece "La fragua de Vulcano", en el Prado. También pintó "Los jardines de Villa Médicis" cuadro que algunas opiniones han descrito como un esbozo de lo que será el impresionismo, aunque su espléndida luminosidad, la libertad de ejecución, y la inquebrantable fortaleza técnica, debió indudablemente de haber despertado el entusiasmo de los maestros de la segunda mitad del del siglo XIX, sin duda, apuntan en la dirección general del estilo impresionista. A su regreso a la corte Madrileña, completó una Crucifixión de una serenidad y sencillez sin parangón.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El Triunfo de Baco, 1628-29
Museo Nacional del Prado, Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Vista del jardín de la Villa Médicis en Roma "El Mediodía".1649-1650. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Vista del jardín de la Villa Médicis en Roma "La Tarde".1649-1650. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Fragua de Vulcano, 1630. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Cristo crucificado, 1631-1632. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

La obra de Velázquez se desarrolla hacia la búsqueda de una síntesis cada vez mayor. Mediante el reflejo de la luz dibuja formas y colores con una exquisita perfección. Esta precisión del contorno, esta mezcla sutil de tonos y colores, esta perfección de la atmósfera sirven para definir el estilo del artista, así como su profundo respeto por la naturaleza. Una visión completa de todos los elementos de la realidad, los hombres, las cosas, el paisaje y no menos importante el espíritu, resplandece en una de sus obras maestras del periodo intermedio, "La rendición de Breda", que pintó para adornar el Salón de de los Reinos en el palacio del Buen Retiro, Madrid. Sus retratos de de Felipe IV y del príncipe Baltasar Carlos, ahora en el Prado, fueron destinados al mismo fin.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Rendición de Breda o "Las Lanzas", 1635
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez 
Felipe IV a caballo, 1634-1635. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, 1634-1635. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Reina Doña Isabel de Borbón a caballo, 1634-1636. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Durante los años siguientes Velázquez se concentró en los retratos y las escenas de la caza; alrededor de 1645 ejecutaría la mayoría de sus famosos estudios de los locos y bufones uno de los más sorprendentes es el del Francisco Lezcano, "el niño de Vallecas" (Prado), con su maravilloso paisaje lejano. En el trabajo de este período los marrones y ocres los dorados y los negros, rosas y rojos de los trajes están en contraposición a los fondos en plata, plomo o azules. La magnífica coronación de la Virgen (Prado) es una de las pinturas religiosas que también produce en esta época.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El cardenal-infante Don Fernando de Austria. 1632-1636. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El niño de Vallecas Francisco Lezcano, 1642. 
Museo Nacional del Prado. Madrid.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Marte, 1640. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El bufón Don Sebastián de Morra,1643-1644. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La coronación de la Virgen, 1641-1645. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

En 1649 Velázquez regresó a Italia con instrucciones para comprar pinturas para la colección real. Si bien en este viaje ejecutará el retrato del Papa Inocencio X y el de su propio criado y discípulo, Juan de Pareja.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Juan de Pareja, 1649-1650. 
The Metropolitan Museum of Art. Nueva York.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Inocencio X, 1649-1650. 
Galería Doria-Pamphili. Roma.

Durante su último período, entre 1651, fecha de su regreso a Madrid, y 1660, el año de su muerte, Velázquez, con una vitalidad poco común, produjo trabajos que superan todo lo anterior. Una serie de retratos de príncipes e infantes, en su mayoría concebidos como armonías de color rosa, blanco, rojo y negro, le siguió (1656-1658) "La Venus del espejo", en la National Gallery de Londres. A estos mismos años, pertenecen dos de las mayores obras de la artista: "Las Meninas" y la fábula de Aracne, "Las hilanderas". Mientras que el primero se extiende hacia la metafísica, la transformación de los sujetos humanos en aspectos trascendentales de un momento eternizado por el arte, la última captura la esencia del movimiento por una vía revolucionaria, con la elaboración de croquis y formas borrosas. La fría luz que baña las hilanderas, contrasta con la atmósfera más caliente y más brillante de la tapicería, en la que se refleja su trabajo. Ambas pinturas, sin embargo, se caracterizan por el excelente equilibrio en la composición, por la gran belleza en la captación de unos instantes que fluyen, que se nos escapan. Por otro lado, el interés del pintor en retratar la luz no fue el resultado de una preocupación por la técnica, una actitud ajena a la estética e incluso de la óptica del siglo XVII, se desarrolló a partir de una profunda religiosidad interior, que siempre había sido parte de la tradición española y que ahora encontrará en Velázquez una expresión nueva y vigorosa.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Las Meninas, 1656. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Venus del Espejo, 1648-1649. 
The National Gallery. Londres

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La fábula de Aracne o "Las Hilanderas", 1657. 
Museo nacional del Prado. Madrid

Estos trabajos fueron seguidos de admirables nuevos retratos, como la del príncipe Felipe Próspero, el de la infanta Margarita, y varios del rey.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Reina Doña Mariana de Austria, 1652. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El Infante Felipe Próspero, 1659. 
Kunsthistorisches Museum. Viena.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
La Infanta Margarita, 1659. 
Kunsthistorisches Museum. Viena.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Felipe IV, 1653-1655. 
Museo Nacional del Prado. Madrid

Virtuosismo sobrehumano que por desgracia no contará con verdaderos seguidores salvo las excepciones de Pareja (muerto en 1670), Francisco de Palacios (fallecido en 1676), y, sobre todo, Juan Bautista Martínez del Mazo (muerto en 1667)


12 comentarios:

  1. Están los demás pintores y luego está Velazquez, y ninguna foto puede hacerle justicia al cuadro original de Velazquez en directo.

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  2. Un genio, el de Inocencio es una debilidad personal.

    Besos

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  3. A mi me gusta El Bufón. se parece a Tomás el amigo de Marieta.
    También El Infante...

    Insistolo.

    2046

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  4. Imposible otro igual, único bajo los imperativos de la corte y de los temas de su contemporaniedad, un visión porpia, abanicvo técnico, exploración, observación, maestría. Es difícil comentarlo. Viendoe ste magnífico y placentero repaso que haces de su obra, solo agradecer las horas que a lo largo de mi vida he dedicado a estar frente a Las Meninas, buscándolo a él, buscando el tiempo, al perspectiva, la realidad crítica del retrato de la corte, el nuevo modo de contar. Maravilloso, siempre.
    Muchos besos

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  5. Absolutamente de acuerdo, si hubiera que elegir un maestro entre los maestros de la pintura universal, yo no tendría duda alguna= Velazquez, de él parte todo y todo confluye en él. Aún recuerdo la muestra especial de Las Meninas después de la restauración: el cuadro solo en aquella sala, casi a oscuras con una sola luz que lo iluminaba por el mismo lado por donde la pintura recibe la luz del ventanal....aquello ya no era pintura ¡ tu estabas entrabas en aquella escena ...!, no lo olvidaré nunca. Mirando las pinceladas de los cuadros de Velazquez, percibes la seguridad y la precisión, como esos aparentemente detalles no son más que pinceladas perfectas y exactas cada una en su lugar y en el tono adecuado.....

    Sencillamente, después de Velazquez, han hanbido pintores impresionantes, pero como él llegó a sintetizar este arte, ninguno, y no lo digo yo solo, todos los grandes pintores lo han reconocido siempre.

    Un abrazo y felicidades.

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  6. Mola Velazquez... claro que su madre venerable no sé yo... parece dispuesta a pegar con esa cruz; y desde luego la reina hará que el caballo caiga con su pedazo capa...

    Debe ser interesante ver a alguien hacer su autoretrato jajaa

    besos

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  7. Another Point of view

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  8. La vieja friendo huevos, mi preferida.

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  9. Velázquez is the number one. Esas maneras de mirar sus personajes, esa composición de las figuras, ese fondo y trasfondo (a menudo, más interesante). Me encantan Los borrachos, felices y sucios, buscando respuestas del dios Baco, el único que les hace caso, el único que les comprende en su soledad. Tener en España a alguien así (y que se lo rifan en los museos de todo el mundo) es un lujo. Maravilloso documento el tuyo.

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  10. La genialitat feta quadro, totes les seves obres son magnífics moments d’un passat que gracies a ell i d’altres pintors podem gaudir i ser mes conscients de com es vivia. El que trobo sempre a faltar es mes la vida del poble, sabem mes ve com eren els palaus i la cort que no pas els mercats, el camp, els carrers i la gent “normal”.
    Esplèndida entrada.

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  11. El Maestro de Maestros, el que todos los pintores posteriores estudian hasta la extenuación, reinterpretan, imitan, interiorizan..........sus pinturas siguen frescas. Velázquez "es" el Arte de la Pintura.

    Como anécdotas de su genialidad, Velázquez pintaba a toda pastilla porque su trabajo como chambelán del rey le dejaba poco tiempo. Así que apenas abocetaba y tenía que pintar sin estudios previos. En muchos de sus retratos ecuestres, al verlos en directo, se aprecian las patas de los caballos que iba corrigiendo de postura, como unas sombras bajo el óleo. Los restauradores con muy buen tino no las han tocado nunca, hubiera sido un crimen.
    Es cierto que los paisajes de la Villa medici son impresionistas. También una obra de la última etapa de su vida, La Enccajera, es impresionista, y además impresionante.
    A mi me cuesta elegir un cuadro del Maestro, pero el que más me atenaza el corazón de pura belleza y psicología del retrato es el de Juan de Pareja; me parece la cota más alta del retrato. La Venus del Espejo es un progidio de carnes, piel, anatomía, es una maravilla.....el culo más bonito del mundo(con el del Galata Morente). Por supuesto las Meninas, y los paños, esos paños de Velázquez. También para mí Inocencio X es una debilidad, su postura es autorutaria pero su mirada está llena de miedo. Me pregunto si hubiera tenido tiempo para pintar más tranquilamente adónde hubiera llegado.
    Pero Juan de Pareja, esa mirada de Juan de Pareja.

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  12. Y con él llego la cima de la pintura, y hubo de pasar mucho tiempo para que alguien diera un paso más, desde él.

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