lunes, enero 09, 2012

Salomé, el amargo sabor del amor


¡Ah, no podías tolerar que besara tu boca, Iokanaán! ¡Bien! Ahora la besaré. La morderé con mis dientes como se muerde un fruto maduro. Sí, besaré tu boca. Iokanaán. ¿Acaso no te lo dije? Ahora la besaré.
Pero, ¿por qué no me miras, Iokanaán? Tus ojos, antes tan terribles, tan llenos de furia y desprecio, ahora están cerrados. ¿Tienes miedo de mí, Iokanaán, y por eso no me miras?...


Y tu lengua, que era como una sierpe roja arrojando veneno, ya no se mueve, no dice nada ahora, Iokanaán, esa víbora escarlata que escupía su veneno sobre mí. Nada querías tener conmigo, Iokanaán. Me rechazaste. Pronunciaste palabras malignas en mi contra. ¡Me trataste como a una ramera, como a una libertina, a mí, Salomé, hija de Herodías, princesa de Judea!


Y bien, Iokanaán, yo sigo viva y tú estás muerto y tu cabeza me pertenece. Puedo hacer con ella cuanto se me antoje. Puedo arrojársela a los perros y a las aves del cielo… Ah, Iokanaán, Iokanaán, fuiste el único hombre al que amé. Los demás me resultan odiosos. ¡Pero tú eras hermoso! Tu cuerpo era una columna de marfil colocada sobre una cavidad de plata. Era un jardín lleno de palomas y azucenas de plata. Era una torre de plata revestida de marfil. No había nada en el mundo tan blanco como tu cuerpo. No había nada en el mundo tan negro como tu pelo. En el mundo no había nada tan rojo como tu boca. Tu voz era un incensario que esparcía perfumes exóticos, y cuando te miraba oía una rara música.


¡Ay!, ¿por qué no me miraste, Iokanaán? Detrás de tus manos y de tus maldiciones ocultaste tu rostro. Tapaste tus ojos con el velo de quien hubiera visto a su Dios. Bien, viste a tu Dios, Iokanaán, pero a mí, a mí jamás me viste. Si me hubieses visto me habrías amado. Yo te vi., Iokanaán, y te amé. ¡Oh, cómo te amé! Todavía te amo, Iokanaán, sólo a ti te amo… Estoy sedienta de tu belleza, hambrienta de tu cuerpo, y ni las frutas ni el vino pueden saciar mi apetito. ¿Qué haré ahora, Iokanaán? Ni los torrentes ni los océanos pueden mitigar mi pasión. Yo era una princesa y me despreciaste. Era virgen, y me arrebataste la virginidad. Era casta y llenaste mis venas de fuego… ¡Ay, ay!, ¿por qué no me miras, Iokanaán? De haberme mirado me hubieras amado. Me hubieras amado, lo sé, y el misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte. Sólo cabe respetar el amor.

¡Ah! Besé tu boca, Iokanaán. Besé tu boca. Sentí un sabor amargo en los labios. ¿Sería el sabor de la sangre…? Aunque, tal vez, sea el sabor del amor… El amor, dicen, tiene un sabor amargo… Pero, ¿y qué? ¿Y qué? Besé tu boca, Iokanaán.

Fragmento: Salomé de Oscar Wilde
Ilustraciones: Aubrey Breadsley

10 comentarios:

Xavier dijo...

bellisima selecció.
t'has fet esperar pero com sempre ha valgut l'espera.

Kash-Lumn dijo...

Me gusta! no conocía el texto, es evidente que las miradas siempre subjetivas, jamás son certeras pero... llegar a los extremos de Salomé sólo trae frustración. ¡Claro ejemplo de violencia de género! Chapeau JAvi!

Kash-Lumn dijo...

Javi, como has cambiado el acceso a tus comments, desde google sólo puedo hacerlo desde el perfil de mi hadita Khasy, Yolanda o YsfTeam lo tengo en wordpress... ¡será que a partir de ahora mis coments han de ser ¿mágicos?!!!!!! Besos, Yolanda

senses and nonsenses dijo...

la venganza es un plato que se sirve frío...
nuevo año, nueva etapa.
aquí estaremos mientras no perdamos la cabeza.

un abrazo.

Xim dijo...

Nunca he entendido esta versión tan deformada por Wilde, Salomé no sentía absolutamante nada por Juan el Bautista, y mucho menos amor, ja, ja, ja, ja, era la madre de Salomé, llamada Herodías quien odiaba a muerte a Juan porque este la criticaba a ella por haberse casado con el hermano de su marido, líos de faldas que Juan podría haberse bien abstenido de criticar, desde luego esta historia desentona con el perfil de un hombre que proclama la inminente llegada de nada menos que un Dios, ja, ja, ja, ja... estos cristi-Anos...

Bsssss

Unknown dijo...

Con cabeza o sin cabeza, siempre hay que estar listos, alertas, a lo que los Wilde, los Beardsley, los Strauss nos puedan decir, traer, contar, de la princesa y el bautista

un abrazo

gracias, como siempre, por la oportunidad y el regalo

Uno dijo...

Estupendas las ilustraciones para el texto de Wilde. Se ha ilustrado de tantas formas...
Eso por no hablar de las versiones operísticas.
Precioso.

MM de planetamurciano dijo...

Ay no sé...Oscar Wilde y Salomé no me caben en la cabeza sino es con muchos colores...El blanco y negro parece que como que no.

Joaquinitopez dijo...

Perfecto como siempre. Y me callo para recogerme ante las mejores ilustraciones posibles para esa Salomé y para ese texto ante el que ¿a quien le importa la historia real? Es el divino Oscar quien habla.
Un abrazo

Pilar dijo...

Es dificil conocer las causas oscuras del "capricho" de Salomé. Razones políticas, ¿fue usada por su propio padre como excusa? no soy experta, pero es un tema que siempre me fascinó; la idea de Oscar Wilde de celos y amor despechado añade leña al enigma. Salomé, cómo se las gastaba...
Besicos, pejota.